viernes, 28 de abril de 2017

POR Y PARA ARANJUEZ MAGAZINE  Artículo de Carlos Martín.
 Nos deja Ambrosio, una personalidad al margen.



Ambrosio era un señor menudo de avanzada edad que solía vestir entre paisano y agricultor. Era conocido, sobre todo en el barrio de las Aves, aunque también era generalmente conocido por quienes levantan la mirada del mundanal ruido y prestan atención a las gentes del lugar. Ambrosio vivía en un contador abandonado de la colonia de cables donde se había hecho su guarida con palés tirados y con algún cacho de valla vieja. Durante algún tiempo cultivó una zona municipal abandonada del barrio hasta que las autoridades le dijeron que eso no se podía hacer. Cultivaba también una pequeña porción de tierra pegada al contador pero en este caso decía que no iba a cejar en su empeño dijeran lo que dijeran.


Era de esos privilegiados que están por encima del tiempo, de filosofía aplastante y siempre a su bola, pero respetuoso con todo el mundo. Se movía por todas partes y siempre estaba liado con algo. Frecuentaba los bares cuyos parroquianos aún siguen dando conversación y le gustaba el vino más que nada, si bien no recuerdo haberle visto nunca muy perjudicado.

La noticia de su muerte, hace ya unos días, no ha dejado esquela. Por más que he buscado no he visto registro alguno más que el testimonio del personal del barrio, mas asiento con mueca divertida cuando recuerdo que Ambrosio era invisible a la red de redes tanto como a la oficialidad. Dicen que murió en su improvisada vivienda, que se lo encontraron inerte cómodamente sentado. Vivía solo con sus perros y se supo de su fallecimiento unos cuantos días después por los ladridos de los animales que estaban al borde de la inanición.

Por su edad, acababa de recibir una pensión considerable de cuando doblaba el lomo y, como se deduce, engrosa las filas de los que se van sin disfrutarlo. Pero lo bueno es que tampoco lo necesitaba tanto, tenía su modo de vida sencillo y con eso le sobraba. Vivió como quiso y a su modo fue libre. Ahora será él quien abone algún pedazo baldío. Que la tierra te sea leve.

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